ÁRBOLES

Comisario: Javier Maderuelo

Producción: CDAN

Catálogo Árboles: Textos de Alberto Ruiz de Samaniego, Javier Maderuelo y Alberto Carneiro. Huesca: Centro de Arte y Naturaleza de la Fundación Beulas, 2006.

La exposición Árboles de Alberto Carneiro acompaña a la sexta  intervención artística realizada en el paisaje oscense dentro del proyecto Arte y Naturaleza. Con la instalación de estas obras se pretende crear una “colección-itinerario” que sirva para reflexionar en torno al arte, el paisaje y el territorio.

En 1968, cuando Alberto Carneiro vivía en Londres, tomó conciencia de que su trabajo como artista debía pasar por la experiencia de su propio cuerpo, que la obra debía surgir de procesos vividos, más que conceptuales, y que esos procesos debían estar relacionados con la energía de la materia más que con la forma, ya que la forma es mera apariencia, mientras que la esencia es energía, entendiendo la materia como la concreción física de esa energía.

Una de las cosas que llama la atención en las obras que Carneiro desarrolla durante los años setenta es la continua referencia a los árboles, tanto al nombrarlos en títulos y textos o al representarlos en dibujos y fotografías como al utilizarlos, bien como elemento vivo o como troncos de madera que, al no sufrir grandes transformaciones, permiten seguir reconociendo su naturaleza arbórea. El árbol se convierte así en protagonista de la obra.

Cuando Carneiro intentó ejercer de nuevo el “oficio” de escultor no pretendió volver a incidir en la tediosa y artificial discusión entre abstracción y figuración, ni procuró recuperar el discurso narrativo que las imágenes, los signos o las formas habían ejercido en el pasado, sino que intentó ahondar en la dialéctica existencialista entre el hombre y el mundo, entre sujeto y naturaleza, volviendo a poner sus manos sobre la materia y a sentir en su cuerpo los efectos de esta.

Recuperar el oficio supone ahora rescatar la capacidad fáctica del hombre, su poder físico de transformación, la posibilidad de medir las fuerzas del cuerpo humano frente a la masa que poseen las cosas materiales que le rodean. El oficio supone el dominio de un determinado material sobre el que el oficiante trabaja. Cada uno de los materiales, tradicionalmente, ha dado origen a un oficio, así han surgido las figuras del herrero, el carpintero, el tejedor o el panadero.

Alberto Carneiro, que ha nacido, vive y trabaja entre árboles en su aldea de Coronado (Portugal), no tuvo la más mínima duda a la hora de elegir los árboles como material de trabajo y como tema de sus obras, haciendo del acto de tallar árboles su “oficio” de escultor. En las obras acabadas de Alberto Carneiro se siguen viendo los árboles, los troncos, los nudos, las direcciones de las vetas y la inclinación de las ramas; lo que el artista hace es acentuar el sentido expresivo del cuerpo material, reafirmar direcciones, agrandar surcos, haciendo así evidente lo que de particular y único hay en cada uno de los especímenes vegetales con los que trabaja.

El sentido de estos trabajos no es formalista, no se trata de reproducir o acentuar la apariencia de los árboles, de restituir sus figuras esenciales, sino de recuperar la energía de la que es portador el árbol, aun después de haber sido talado. La diferencia entre el árbol y la obra de arte hecha árbol está en que en la segunda el artista se ha convertido también en obra, se ha transmutado, por medio de la pasión de sus sentimientos y de la acción de sus músculos, en árbol, y ambos se han fundido en un único cuerpo primario.

AS ÁRVORES FLORESCEM EM HUESCA

Desde los años setenta, Alberto Carneiro no realiza todas sus obras en el taller ni las piensa como instalaciones para galerías o museos, sino que algunas las lleva a cabo en el campo, en paisajes que los campesinos han antropizado con sus labores. De esta manera estrecha sus relaciones con el territorio y con el paisaje, palabra, esta última, que aparece repetidamente en los títulos de sus obras, y toma, a la vez, conciencia del valor estético que está implícito en el trabajo de los agricultores.

Peregrino por tierras oscenses, Alberto Carneiro ha recorrido los Pirineos, el Somontano y la Hoya de Huesca, las montañas y los valles, los bosques y los desiertos, hasta encontrar un recóndito lugar que posee unas condiciones paisajísticas excepcionales para ubicar allí el centro de su cosmos, para construir su mandala personal, que es la obra titulada As árvores florescem em Huesca (Los árboles florecen en Huesca). Alberto Carneiro ha encontrado en la configuración de mandalas un motivo de trabajo artístico que le permite unir lo estético y lo conceptual a las ideas de ritual y de naturaleza, que tan presentes están en muchas de sus obras.

Por medio del arte, de los materiales que cobran forma y que ordenan el espacio, Alberto Carneiro ha tomado posesión del territorio del valle del Belsué, lo ha hecho suyo y ha generado en él un hito al que se dirigen las miradas y los pasos de los visitantes, induciendo a los espectadores a penetrar, participando así en una experiencia en la que intervienen los sentidos perceptivos, a través de las formas, materiales y texturas, y los intelectivos, por medio de la geometría y las palabras.

As árvores florescem em Huesca compromete indistintamente al lugar, al ubicarse en él y dotarle de un nuevo sentido, y también al cuerpo de quien penetra en su interior. Los grandes muros ciegos de piedra no configuran ni una casa ni una nave agrícola sino que constituyen una “arquitectura poética”, en cuanto que se elevan para ofrecer una potente estructura geométrica sin funcionalidad, que sirve para encerrar en su interior una metáfora del árbol, la escultura en bronce que se deja ver parcialmente en el interior de un gran gnomon, de un menhir contemporáneo.

 

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CDAN – Centro de Arte y Naturaleza – Fundación Beulas –

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Etapa 2006 - 2012, Histórico
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2006