Fernando Casás ha pasado su vida entre Brasil y Galicia, condición que ha marcado su trayectoria artística llevándole a trabajar y formarse en ambos lugares. Como ejemplo de este ir y venir, la influencia artesanal de su abuelo gallego, carpintero de quien aprenderá a trabajar la madera, o su formación, más técnica, en la Escola Superior de Desenho Industrial en Río. Los paisajes naturales de Brasil y Galicia han influido en sus obras utilizando la diversidad de materiales que le brinda la naturaleza, desde los troncos del Amazonas hasta los materiales del litoral gallego. En ellos ha llevado a cabo uno de los puntos básicos de su trabajo: la investigación de los diversos procesos de descomposición y transformación de la naturaleza, por elementos naturales como el viento, por insectos como las termitas y por procesos y materiales industriales como el poliéster.
Las esculturas de Casás tienden a ser monumentales; mediante ellas busca eliminar las fronteras que la civilización ha construido entre la naturaleza, el mundo de la cultura y su percepción, buscando que las personas modifiquen su sensibilidad hacia la naturaleza y perciban el paisaje desde el respeto. Emocionalmente, de un modo muy visual, la poética de Casás nos lleva a sentir que, en aquel universo primigenio, hombre, mundo, cosmos y naturaleza no son términos alejados.
Siempre que entraba en cualquier espacio natural recogía algún material, en general viejos trozos de madera u otros materiales naturales despreciados por el ojo urbano, comidos por insectos o desgastados por la intemperie. La elección del emplazamiento no podía ser otra que el desierto de Monegros, donde la naturaleza ha perdido la memoria de su bosque. La escultura consta de dos árboles naturales plantados en medio de un conjunto de ocho troncos de granito. Ubicadas en el alto de una de estas montañas cortadas por el viento y cuyos laterales son totalmente erosionados, esta escultura puede ser vista desde la distancia integrada al entorno monumental: arqueología de una vida que ha existido.
Fernando Casás. Fernando Casás. Arqueología del no lugar. Madrid. Círculo de Bellas Artes, 2004, p 126.
Las obras de Fernando Casás no son alegatos de denuncia ni llamadas de atención, ellas responden a otra lógica de la que emerge la imagen de la duda. Son figuras que ofrecen una muestra de lo que el hombre hace a través de la acción particular de uno de esos hombres. Las obras de Fernando Casás son, por tanto, testigos emblemáticos de la acción humana.
Javier Maderuelo. Fernando Casás. Diputación de Huesca, 1997, p 9.
El arte de Casás parece evolucionar en dos direcciones. Una, claramente escultórica, tridimensional, hacia lo monumental y, con sus espacios penetrables, para una casi arquitectura que trabaja por apropiación, buscando deconstruir las fronteras que nuestra civilización ha erigido entre la naturaleza del arte y el arte de la naturaleza, el mundo de la cultura y el mundo natural, buscando resensibilizar al hombre civilizado a que abandone su concepción de la naturaleza como fondo inerte sobre el cual puede ejercer un dominio ilimitado, invitándole a percibir las incontables formas impresas en el mundo, formando como una semiótica transhumana, de ámbito cósmico. La otra dirección, no divergente a la primera, sino paralela por tener siempre a la naturaleza como punto de partida visual y emocional, retoma las preocupaciones con el geo-grafismo, con el topo-grafismo, con el rescate de las marcas de vida –como ha comentado la artista brasileña R. Katz – sobre su obra.
Roberto Grey. Fernando Casás. Arqueología del no lugar. Madrid: Círculo de Bellas Artes, 2004, p.157.
Javier Maderuelo
José Miguel Ferrando
Fernando Casás: Naturgeist. Introducción de Javier Maderuelo. Diputación de Huesca, 1997.
Video 30″: http://youtu.be/Tp2bseydqZo
La obra se encuentra a tan sólo 20 km de la ciudad de Huesca en dirección a Sariñena.
Podemos salir de Huesca por la carretera A-1310 en dirección a Sariñena. Tras pasar por el pueblo de Albero Alto continuamos por la A-1310 un kilómetro más, subiendo primero un pequeño puerto y, tras pasar junto a una gran encina solitaria situada al lado de la carretera, nos preparamos para tomar el desvío a mano derecha, donde un letrero nos informa ya de la existencia de la obra en dirección a Piracés.
Seguimos por una estrecha carretera durante casi cuatro kilómetros. Después de este trayecto, observaremos desde la carretera la ermita de la Virgen de la Corona sobre una colina, justo al lado derecho. Es el momento de desviarse por un camino de piedras y, si vamos en coche, es recomendable aparcarlo allí, junto al camino. Nos dirigiremos a pie hacia la ermita y continuaremos de frente por el camino, dejando el pinar existente a un lado. Dejando atrás el bosque, encontraremos ante nuestros ojos las ocho columnas de granito y los dos olivos centenarios que componen la obra de Fernando Casás y, desde allí, desde lo alto de aquel acantilado, seremos testigos de un paisaje sorprendente: el desierto de Los Monegros, con sus sierras en el horizonte y sus muelas y tozales justo a nuestros pies. En los días claros, un paseo por el cerro en el que se encuentra la obra nos permitirá valorar la riqueza paisajística del entorno en varios puntos cardinales, desde las sierras prepirenaicas exteriores hasta las casi desérticas sierras de Alcubierre o de Lanaja, pasando por las llanuras de la Hoya de Huesca.
En bicicleta desde Huesca, hay que tomar el camino que sale de un desguace en la variante sur y seguir por el río Isuela hasta cruzarlo por un puente. Se llega hasta las naves de Sarasa en donde se toma el camino al pueblo de Lascasas. Se sigue hacia el camino del cementerio, pero ensiguida hay que desviarse por unas granjas hasta el río Flumen y curzarlo para atravesar la carretera a Grañén; siguiendo recto hasta Albero Alto. Atravesamos el pueblo y giramos a la izquierda por un camino arenoso, que al poco gira a la izquierda y en un ascenso fuerte lleva a la carretera a Piracés, por la que se continúa hasta la ermita.
Coordenadas: Latitud 42º 0’ 44,86’’ N. Longitud 0º 19’ 26,77’’ W
Fernando Casás ha pasado su vida entre Brasil y Galicia, condición que ha marcado su trayectoria artística llevándole a trabajar y formarse en ambos lugares. Como ejemplo de este ir y venir, la influencia artesanal de su abuelo gallego, carpintero de quien aprenderá a trabajar la madera, o su formación, más técnica, en la Escola Superior de Desenho Industrial en Río. Los paisajes naturales de Brasil y Galicia han influido en sus obras utilizando la diversidad de materiales que le brinda la naturaleza, desde los troncos del Amazonas hasta los materiales del litoral gallego. En ellos ha llevado a cabo uno de los puntos básicos de su trabajo: la investigación de los diversos procesos de descomposición y transformación de la naturaleza, por elementos naturales como el viento, por insectos como las termitas y por procesos y materiales industriales como el poliéster.
Las esculturas de Casás tienden a ser monumentales; mediante ellas busca eliminar las fronteras que la civilización ha construido entre la naturaleza, el mundo de la cultura y su percepción, buscando que las personas modifiquen su sensibilidad hacia la naturaleza y perciban el paisaje desde el respeto. Emocionalmente, de un modo muy visual, la poética de Casás nos lleva a sentir que, en aquel universo primigenio, hombre, mundo, cosmos y naturaleza no son términos alejados.
Siempre que entraba en cualquier espacio natural recogía algún material, en general viejos trozos de madera u otros materiales naturales despreciados por el ojo urbano, comidos por insectos o desgastados por la intemperie. La elección del emplazamiento no podía ser otra que el desierto de Monegros, donde la naturaleza ha perdido la memoria de su bosque. La escultura consta de dos árboles naturales plantados en medio de un conjunto de ocho troncos de granito. Ubicadas en el alto de una de estas montañas cortadas por el viento y cuyos laterales son totalmente erosionados, esta escultura puede ser vista desde la distancia integrada al entorno monumental: arqueología de una vida que ha existido.
Fernando Casás. Fernando Casás. Arqueología del no lugar. Madrid. Círculo de Bellas Artes, 2004, p 126.
Las obras de Fernando Casás no son alegatos de denuncia ni llamadas de atención, ellas responden a otra lógica de la que emerge la imagen de la duda. Son figuras que ofrecen una muestra de lo que el hombre hace a través de la acción particular de uno de esos hombres. Las obras de Fernando Casás son, por tanto, testigos emblemáticos de la acción humana.
Javier Maderuelo. Fernando Casás. Diputación de Huesca, 1997, p 9.
El arte de Casás parece evolucionar en dos direcciones. Una, claramente escultórica, tridimensional, hacia lo monumental y, con sus espacios penetrables, para una casi arquitectura que trabaja por apropiación, buscando deconstruir las fronteras que nuestra civilización ha erigido entre la naturaleza del arte y el arte de la naturaleza, el mundo de la cultura y el mundo natural, buscando resensibilizar al hombre civilizado a que abandone su concepción de la naturaleza como fondo inerte sobre el cual puede ejercer un dominio ilimitado, invitándole a percibir las incontables formas impresas en el mundo, formando como una semiótica transhumana, de ámbito cósmico. La otra dirección, no divergente a la primera, sino paralela por tener siempre a la naturaleza como punto de partida visual y emocional, retoma las preocupaciones con el geo-grafismo, con el topo-grafismo, con el rescate de las marcas de vida –como ha comentado la artista brasileña R. Katz – sobre su obra.
Roberto Grey. Fernando Casás. Arqueología del no lugar. Madrid: Círculo de Bellas Artes, 2004, p.157.
Javier Maderuelo
José Miguel Ferrando
Fernando Casás: Naturgeist. Introducción de Javier Maderuelo. Diputación de Huesca, 1997.
Video 30″: http://youtu.be/Tp2bseydqZo
La obra se encuentra a tan sólo 20 km de la ciudad de Huesca en dirección a Sariñena.
Podemos salir de Huesca por la carretera A-1310 en dirección a Sariñena. Tras pasar por el pueblo de Albero Alto continuamos por la A-1310 un kilómetro más, subiendo primero un pequeño puerto y, tras pasar junto a una gran encina solitaria situada al lado de la carretera, nos preparamos para tomar el desvío a mano derecha, donde un letrero nos informa ya de la existencia de la obra en dirección a Piracés.
Seguimos por una estrecha carretera durante casi cuatro kilómetros. Después de este trayecto, observaremos desde la carretera la ermita de la Virgen de la Corona sobre una colina, justo al lado derecho. Es el momento de desviarse por un camino de piedras y, si vamos en coche, es recomendable aparcarlo allí, junto al camino. Nos dirigiremos a pie hacia la ermita y continuaremos de frente por el camino, dejando el pinar existente a un lado. Dejando atrás el bosque, encontraremos ante nuestros ojos las ocho columnas de granito y los dos olivos centenarios que componen la obra de Fernando Casás y, desde allí, desde lo alto de aquel acantilado, seremos testigos de un paisaje sorprendente: el desierto de Los Monegros, con sus sierras en el horizonte y sus muelas y tozales justo a nuestros pies. En los días claros, un paseo por el cerro en el que se encuentra la obra nos permitirá valorar la riqueza paisajística del entorno en varios puntos cardinales, desde las sierras prepirenaicas exteriores hasta las casi desérticas sierras de Alcubierre o de Lanaja, pasando por las llanuras de la Hoya de Huesca.
En bicicleta desde Huesca, hay que tomar el camino que sale de un desguace en la variante sur y seguir por el río Isuela hasta cruzarlo por un puente. Se llega hasta las naves de Sarasa en donde se toma el camino al pueblo de Lascasas. Se sigue hacia el camino del cementerio, pero ensiguida hay que desviarse por unas granjas hasta el río Flumen y curzarlo para atravesar la carretera a Grañén; siguiendo recto hasta Albero Alto. Atravesamos el pueblo y giramos a la izquierda por un camino arenoso, que al poco gira a la izquierda y en un ascenso fuerte lleva a la carretera a Piracés, por la que se continúa hasta la ermita.
Coordenadas: Latitud 42º 0’ 44,86’’ N. Longitud 0º 19’ 26,77’’ W